Resultados
de un análisis hemerográfico correspondiente a 1997
RECUENTO
DE DAÑOS A LAS LIBERTADES
DE
EXPRESIÓN E INFORMACIÓN
Omar
Raúl Martínez/Verónica Trinidad Martínez
Omar
Raúl Martínez es director de la Revista
Mexicana de Comunicación, que edita la Fundación
Manuel Buendía, y Verónica Trinidad Martínez
es colaboradora y analista de ambas entidades. Los autores agradecen
el importante apoyo de Alejandro García, colaborador de
CENCOS, en el procesamiento de datos. Asimismo, manifiestan su
gratitud a Alma Delia Fuentes y Lise Olsen, miembros de Periodistas
de Investigación, por su invaluable asesoría técnica
para el diseño de la base de datos del presente estudio.
En
lugar de apaciguarse, las circunstancias en que se ejercen las
libertades de expresión e información en nuestro
país tienden a complicarse aún más. De ello
da constancia un análisis hemerográfico y documental
sobre los incidentes contra periodistas y medios de comunicación,
desarrollado por la Fundación Manuel Buendía (FMB)
con el valioso apoyo del Centro Nacional de Comunicación
Social (CENCOS).
Si
durante los primeros dos años del presente sexenio se consignaron
240 casos1, tan sólo en 1997 fue posible registrar
187, lo cual --en términos proporcionales-- supone un aumento
del 55.85% en materia de agresiones y hechos que pueden significar
inhibición o presiones tanto a periodistas como a medios.
De esa suerte, puede calcularse que sucedió un acto cada
dos días. Y a diferencia del número de periodistas
asesinados durante el primer bienio en que se consignaron seis,
a lo largo de 1997 se pudieron detectar nueve.2
En
suma: los resultados del presente estudio revelan que un significativo
número de tecleadores periodísticos en México
es objeto de un constante acoso y ataques cuyas manifestaciones
vulneran o inhiben la práctica de sus libertades de expresión
e información.
Reclasificación
En
contraste con análisis desarrollados en el pasado por la
FMB, en esta ocasión se procuró establecer fronteras
mejor definidas respecto de lo que significan agresiones a
periodistas y medios de comunicación. Por ende, ahora
se perfila un desglose temático que comprende los siguientes
apartados: 1) Agresiones públicas o embozadas a periodistas.
2) Hechos que pueden significar inhibición o presiones
a periodistas. 3) Agresiones públicas o embozadas a medios
de comunicación. Y 4) Hechos que pueden significar inhibición
o presiones a medios (véase "Una propuesta de abordaje
metodológico", que inicia en la página IV del presente
informe).
Así
pues, aparte de dar una visión general sobre los incidentes
orientados a lesionar el ejercicio periodístico, el estudio
intenta desmenuzar cada una de las particularidades de los apartados
referidos.
Perspectiva
global
Desde
una panorámica general --es decir: que integra agresiones
públicas o embozadas y hechos que pueden significar inhibición
o presiones tanto a medios como a periodistas--, durante 1997
pudieron registrarse 187 incidentes cuya mayor recurrencia se
concentró en agresiones físicas (40%) y amenazas
e intimidaciones (22%). En orden decreciente se ubicaron demandas
(9%), atentados (7%), bloqueos informativos (7%), detenciones,
asesinatos y secuestros (cada uno de ellos con 5%), acosos y hostigamiento
(2%), y otros casos de menor cuantía.
A
diferencia del último análisis hemerográfico
de la FMB, destacó un indicio de que el oficio reporteril
se ve cada vez más en continuos predicamentos: entre los
motivos más frecuentes por los que ocurren tales hechos,
resaltaron el referido al intento o realización de la cobertura
noticiosa (41%) y el relativo a contenidos (25%).3
Y le siguieron: por motivos desconocidos, 14%; por posibles contenidos,
7%; por denuncias, 6%; por críticas, por posibles denuncias
y otros, cada uno con 2%.
El
aserto de que el quehacer reporteril resulta el más afectado
dentro de toda la gama de tareas periodísticas, se refuerza
al advertir los cargos con mayor incidencia de actos en su contra:
reportero, con 30%; fotorreportero, 11%; director, 9%; periodista,
8%; fotógrafo/reportero, 7%; corresponsal, 7%; articulista/columnista,
4%; conductor/locuor, 3%, entre otros con menores puntos porcentuales.
En esos terrenos, los periodistas que resultaron más afectados
fueron los que cubren o abordan las áreas o fuentes política
(29%), policiaca (26%) e información general (11%). Y la
mayoría (66%) fueron del sexo masculino, contra 12% del
sexo femenino; y en el 16% de casos se contemplaron tanto hombres
como mujeres.
Del
compendio global de casos registrados, el 48% correspondió
a periódicos; 14% a diversos medios; 12% a radio; 11% a
televisión; 6% a revistas; 6% a semanarios, y otros.
Ahora,
por lo que atañe a los presuntos autores de las agresiones
o hechos que pueden significar presiones a periodistas y medios,
se mantiene la misma tendencia de recuentos anteriores: en el
35% la responsabilidad recayó en las fuerzas del orden4;
16% de los casos fueron perpetrados por desconocidos; 16% se adjudicó
a funcionarios de gobierno, y 7% a particulares, entre otros.
De
acuerdo con el seguimiento periodístico, el 33% de incidentes
ocurrió en el Distrito Federal5, concentrando
así una tercera parte del total; luego se ubicaron: Guerrero
(9%), Tamaulipas (9%), Chihuahua (6%), Chiapas (4%), Campeche
(4%), Jalisco, Coahuila, Estado de México, Nuevo León,
Oaxaca (cada uno con 3%); el resto de los estados --con porcentajes
que no rebasan el 2%-- sumaron 22%.
Al
examinar el desarrollo cronológico de los hechos, se advirtió
que de junio a septiembre se vivieron los momentos más
críticos o difíciles para periodistas y medios.
Curiosamente, esa etapa se significó por la presencia de
una atmósfera política pletórica de sucesos
relevantes para la vida pública de México (etapa
preelectoral, elecciones, instalación del Congreso, Informe
Presidencial...). Así, los casos se repartieron como sigue:
enero, 9%; febrero, 5%; marzo, 6%; abril, 6%; mayo, 6%, junio,
13%; julio, 10%; agosto, 13%; septiembre, 18%; octubre, 7%; noviembre,
5%; y diciembre, 2%.
Mirada
particular a periodistas
De
los 187 incidentes registrados en términos globales, el
89%, o sea 166, fueron agresiones públicas o embozadas
(67%) y hechos que pueden significar inhibición o presiones
(22%) a periodistas, lo cual evidencia los caminos que
acostumbran seguir quienes contravienen el respeto a las libertades
de expresión e información en nuestro país.
Ese
universo de 166 casos, como se dijo, se dividió en dos
segmentos: uno referido propiamente a agresiones y otro relativo
a hechos que pueden significar presiones indirectas. En consecuencia,
el apartado de agresiones públicas o embozadas a periodistas
concentró el 76% del total parcial indicado (166), que
a su vez enfatizó que las agresiones físicas, con
37%, y las amenazas e intimidaciones, con 13%, constituyen los
hechos más recurrentes entre los profesionales de la tecla
informativa.6 Y le continúan bloqueos informativos
(8%), asesinatos, atentados y secuestros (cada uno con 5%), actos
de acoso u hostigamiento (2%) y espionaje (1%). Por su parte,
el bloque de hechos que pueden significar inhibición
o presiones a periodistas acumuló el restante 24% con
40 casos, y se distribuyeron de la manera siguiente: demandas,
9%; detenciones, 5%; despidos, 4%; citas a comparecer, 2%; órdenes
de aprehensión, 2%; y autos de formal prisión, 1%.
Vale
la pena resaltar que el 5% referido a asesinatos representa la
suma de nueve casos: Reynaldo Bustillos (Chihuahua), Jesús
Abel Bueno León (Guerrero), Demetrio Margarito Moreno (Colima),
Benjamín Flores (Sonora), Víctor Hernández
(Distrito Federal), Andrés Ortiz Pico (Veracruz), Rubén
Calderón (Tamaulipas), Nicolás Zamarripa (Estado
de México) y Rafael Pérez Ayala (Estado de México).
De tales homicidios, sólo uno --el de Benjamín Flores,
ocurrido en julio-- tuvo motivaciones abiertamente relacionadas
con el oficio informativo; en tres casos los indicios hacen inferir
presuntos responsables; y en el resto se desconocen las razones.
En otras palabras: de los nueve asesinatos, en seis se ignoran
los posibles agresores; en dos se presume quiénes fueron
éstos; y en uno se afirma que los narcos fueron los responsables.7
Dentro
del mismo total exclusivo de comunicadores (166), los motivos
vinculados a las agresiones obviamente difieren muy poco respecto
del universo global: por ejercer su labor, 41%; por razones desconocidas,
13%; por contenidos, 10%; por posibles contenidos, 4%; por posibles
denuncias, 2%; por críticas, 1%. Y los motivos referidos
a los hechos que pueden implicar presiones a los periodistas,
mostró la siguiente tendencia: por contenidos, 15%; por
denuncias, 3%; por ejercer su labor, 2%; por críticas,
2%; por posibles contenidos, 1%; otros, 1%.
El
desglose de responsables --dentro del mismo total de 166 casos--
de las agresiones a periodistas (76%) reveló las inclinaciones
acostumbradas: fuerzas del orden, 32%; desconocidos, 13%; funcionarios
de gobierno, 10%; particulares, 7%; partidos políticos,
4%; narcotraficantes, 2%; instituciones de gobierno, 2%; otros,
2%; y directivos de medios, ex funcionarios de dependencias policiacas,
ex funcionarios de gobierno, funcionarios de dependencias policiacas,
grupos políticos y grupos sociales, cada uno de ellos con
1%.
Y
en lo que concierne a los hechos que pueden significar inhibición
o presiones (24% restante), los responsables que tienen mayor
incidencia son también las fuerzas del orden, con 5%; funcionarios
de gobierno, 4%; y los mismos directivos de los medios, 3%, entre
otros.
Finalmente,
y sólo para contrastar, de los 187 incidentes contemplados
como universo global, 21 de ellos, o sea el 11%, correspondieron
a agresiones y hechos que pudiesen significar presiones a medios
de comunicación. En esa tesitura, agresiones físicas,
con 24% (del grupo de los 21 casos); atentados, también
con 24%; y amenazas e intimidaciones, con 14%, fueron los ataques
más frecuentes.
Las
cancelaciones, con 14%, y los bloqueos publicitarios, demandas
y renuncias inducidas, cada uno con 5%, representaron los hechos
aparentemente inhibitorios de mayor incidencia.
El
análisis aquí expuesto constituye apenas un mínimo
acercamiento a los daños causados a quienes ejercen las
libertades de expresión e información en México:
una realidad nada halagüeña que no debe magnificarse,
pero menos aún minimizarse o soslayarse. Creemos que el
mantenerse alertas frente a contratiempos de esa índole,
permite un gradual pero significativo ensanchamiento de los cauces
democráticos.
POR
RAZONES DE ESPACIO SE OMITEN LOS CUADROS Y GRÁFICAS AQUI
REFERIDOS. SI DESEA CONSULTARLOS PUEDE RECURRIR A LA EDICIÓN
ORIGINAL DE REVISTA MEXICANA DE COMUNICACIÓN NÚM.
54 (MAYO-JUNIO 1998)
NOTAS
1)
Véase Martínez, Omar Raúl y Martínez,
Verónica Trinidad, "Agravios a periodistas mexicanos
durante el primer bienio zedillista", en RMC Núm.
49, junio-julio de 1997.
2)
Vale hacer notar que otros organismos manejan la cifra de 14.
Sin embargo, como se expondrá más adelante, tal
dato no se sustenta pues los motivos públicamente conocidos
respecto de esos asesinatos, resultan ajenos al trabajo periodístico.
3)
En el lapso 1995-1996, el motivo "por ejercer su labor" sumó
un 27% de incidencias, detrás del referido a "contenidos",
con 28%.
4)
En las fuerzas del orden se contemplan policias, judiciales, militares,
patrulleros, entre muchos otros. Véase la variable responsables
en el texto "Una propuesta de abordaje metodológico", que
se incluye en estas páginas.
5)
Recuérdese que los diarios y revistas consultados se editan
en la Ciudad de México, razón por la cual tienden
a conceder mayor interés a lo que ocurre en ese perímetro.
Pese a ello es un dato digno de tomar en cuenta.
6)
En algunos casos, como en el de Yuri González Pérez
(véase página VIII), se consignó más
de un incidente a la vez, por lo que al contabilizarlos dio un
excedente de ocho agresiones físicas y 18 amenazas. Para
realizar la clasificación y el análisis de los casos,
sólo se tomó en cuenta el primer incidente registrado
en el cuadro.
7)
Resulta importante mencionar que la Fraternidad de Reporteros
de México, añade a esa lista de asesinatos otros
cinco casos que, de acuerdo con nuestros criterios y exigencia
metodológica, en el presente informe no se contemplan ya
que sus motivaciones resultan evidentemente ajenas al ejercicio
de las libertades de expresión e información. Así,
conforme a las propias fuentes hemerográficas, María
Teresa de la Llave (Puebla) fue ultimada por una deuda personal;
Fernando Lemus (Distrito Federal) fue muerto en un pleito tras
un festejo; Simón Yamín Sesín (Estado de
México) era, en realidad, un empresario que resultó
asesinado por una discusión con otro empresario; Leoncio
Pintor García (Guerrero), según algunas fuentes,
no era corresponsal sino voceador, función que desempeñaba
esporádicamente; e Hilario Núñez (Guerrero)
fue identificado como hijo de un editor, no como periodista. Respecto
de esos cinco asesinatos, se carece de mayor información.