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Los graves riesgos de la
televisión regional
Jorge Eduardo Muñoz Estrada
Fue director general de Radio y Televisión
Mexiquense. En la misma entidad se desempeñó antes
como director general del DIF y Fonapas.
Tomado de: Revista Mexicana de Comunicación. Marzo-abril
1989.
Cuando un gobierno estatal concibe un proyecto
de comunicación en su entidad es muy común que no
tenga claros los alcances y la importancia del mismo. Desde luego,
lo que sí es un hecho es que ningún gobierno está
enterado de todos los riesgos a los que habrá de enfrentarse
para que el proyecto fructifique y se mantenga vigente.
Aunque en teoría las emisoras de radio y televisión
de los estados deberían ser consecuencia de las necesidades
sentidas de la población, la realidad es que se trata de
decisiones unilaterales de los gobernadores respectivos. Unos sí
tienen claro por qué se requiere contar con medios de comunicación
y expresión regionales, y otros simplemente deciden hacerlo
porque es la moda, porque en otros estados ya lo hicieron. No es
demasiada coincidencia que en el sexenio que termina se hayan abierto
espacios de radio y/o televisión en más de catorce
entidades federativas? Salvo en dos casos, no conocí ningún
documento más o menos serio que justificara realmente un
proyecto de esta magnitud.
La raíz del problema para la creación
de nuevas estaciones y canales radica en que el Gobierno nunca previó
la necesidad de establecer redes integrales para comunicarse con
los ciudadanos, ni mucho menos la necesidad de crearles espacios
para que ellos se comuniquen entre sí. Esto originó
que las concesiones otorgadas a particulares hace ya muchos años
se dieran casi en forma automática, sin estudios previos
y sin una concepción integral de las redes de comunicación
nacionales. Se dieron, por tanto, en forma totalmente anárquica.
Las razones de radio y televisión mexiquense
A principios de los ochenta tuve oportunidad
de iniciar y consolidar dos proyectos estatales: Radio y Televisión
Mexiquense. Ambos fueron concebidos dentro del programa de trabajo
sexenal de Alfredo del Mazo en el Estado de México. Su razonamiento
era derivado directa y claramente de un grave problema que ese estado
presenta: el centralismo está acabando con la identidad de
sus habitantes.
Es un hecho que una buena parte de su población
de más de seis millones de la zona conurbada no se siente
ya "ni de aquí ni de allá"; son tratados
por los capitalinos como provincianos y son olvidados por los funcionarios
de la capital del Estado. Ellos mismos no se sienten del Estado
de México, por lo que no les interesa el desarrollo de su
entidad. De allí la necesidad de insistir en el gentilicio
"mexiquense" (creado desde hace mas de 20 años)
y en los topónimos de cada municipio en carreteras y vías
de acceso.
También de este grave problema de identidad
se derivó la necesidad de crear espacios para comunicar a
los habitantes del Valle Cuautitlán-Texcoco (que no del Valle
de México), entre sí y con el resto del estado, tanto
del este (Ayapango, Tenango del Valle, Zumpango, Texcoco, etcétera)
como del oeste (Tejupilco, Valle de Bravo, El oro, etcétera).
Estamos hablando de los 121 municipios del estado que, además
del de Morelos, rodea al Distrito Federal.
Desde 1981 la idea de Del Mazo avanzó
con muchísimos trabajos, sin medir entonces las consecuencias
de "callos a pisar" a concesionarios de la iniciativa
privada (léase Televisa), o de las molestias que ocasionaría
a funcionarios presidenciables (léase Bartlett), ni del centralismo
a ultranza que habría que enfrentar en otros niveles de las
Secretarías de Gobernación y de Comunicaciones y Transportes.
Tampoco pudo imaginar Del Mazo la oposición
velada pero real de sus propios funcionarios estatales. Aunque ninguno
de ellos tuvo la hombría de decirlo abiertamente, la oposición
al proyecto era evidente: unos no querían que la radio o
la televisión los pusiera en evidencia contra una fuerza
que no conocían, y que por tanto no dominaban; su manera
de hacer política era tradicionalmente a nivel personal y
local (en este caso se encontraba una buena parte de los oriundos
de Toluca, para quienes la zona conurbada nunca fue entendida).
Otros, los tecnócratas, no pudieron evaluar desde la perspectiva
adecuada el costo/beneficio de estos medios, y preferían
utilizar los recursos que absorberían la radio y la televisión
en otros proyectos "más cuantificables" (tal era
el caso de Alfredo Baranda, entonces Secretario de Finanzas y a
la postre Gobernador interino). Por otro lado, había intereses
locales que aparentemente podían peligrar, como los de los
directivos del partido oficial, quienes creyeron que la propaganda
priísta se haría sólo a través de estos
medios y que por tanto se les iban a acabar sus componendas con
imprentas e intermediarios para adquirir propaganda. De hecho, la
idea de la radio y la televisión en la entidad sólo
fue realmente impulsada por su creador Del Mazo y por quienes allí
laboramos. Nos animaba el viejo dicho de que "estando bien
con Dios..."
Los trámites
No cabe duda que existen razones de peso para
que los trámites técnicos deban ser coordinados por
la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, para después
ser avalados políticamente por la Secretaría de Gobernación.
No cualquiera debe hacer uso del espacio aéreo, ya que, de
acuerdo con el artículo 27 de nuestra Carta Magna, éste
pertenece a la Nación.
Si bien el fundamento teórico de lo
anterior es válido, lo que no tiene razón de ser es
que la decisión de otorgar concesiones o permisos se base
primordialmente en el ingrediente político y la vendetta,
y que la decisión está en manos de unas cuantas personas.
El elemento técnico es usado en buena medida como pretexto
para negar una concesión a conveniencia, más que cómo
apoyo para concederla cuando se cumplen los requisitos.
En este país las concesiones o permisos
los otorga el presidente de la República, el Secretario de
Comunicaciones o el Secretario de Gobernación. Lo único
que origina este control absurdo es la clandestinidad, como sucede
con la estación de radio de la Universidad Autónoma
de Guerrero, que transmite regularmente, pero eso sí, sin
ningún permiso. Lo mismo suceder poco a poco con otras estaciones
de radio de partidos de oposición y de ciudadanos que ven
cuesta arriba la obtención de concesiones.
A pesar de que se trataba de medios estatales
no particulares, y de que en el Estado de México todavía
quedaban algunos espacios disponibles para la instalación
de estaciones de radio y televisión, el proceso que tuvimos
que seguir fue un calvario. Los trámites para operar Radio
y Televisión Mexiquense tuvieron que pasar por toda clase
de trabas generadas en parte por los concesionarios ya establecidos,
pero principalmente por la propia Secretaría de Gobernación.
Bartlett supuso que Del Mazo usaría
estos medios para aparecer constantemente en pantalla en la zona
conurbada al Distrito Federal ("ventanearse", políticamente
hablando) y argumentó toda clase de problemas técnicos
y de seguridad nacional. Inclusive quiso imponerle un presidente
del centro en el Consejo de Radio y Televisión Mexiquense.
Por su parte, Del Mazo no se dio por vencido y no aceptó
estas negativas: mejor optó por recurrir al Presidente para
agilizar los trámites, los cuales sólo tardaron -tres
años! (Qué bueno que era su compadre, si no...).
Hubieron de efectuarse muchos viajes al Distrito
Federal, elaborarse cientos de documentos y todo tipo de planos,
realizarse juntas y más juntas y muchas entrevistas (dos
acuerdos de Del Mazo con el Presidente y, por parte del suscrito:
cinco entrevistas con el Subsecretario de Comunicaciones y no menos
de 25 con otros funcionarios) para obtener los permisos. Siempre
me tranquilizó que "todos querían colaborar con
uno de los presidenciables". Uno pregunta cuantos trámites
requerirán por ejemplo Manuel J. Clouthier o Cuauhtémoc
Cárdenas para una concesión normal.
Las adquisiciones
Por un lado, la Dirección de Adquisiciones
tomaba tranquilamente su tiempo. Ellos no entendían, ni mucho
menos querían entender, de radio ni de televisión.
Debido a razones en apariencia inexplicables se retrasaba curiosamente
la adquisición de equipo. Es claro que había funcionarios
interesados en que el proyecto fracasara, y así transmitieron
sus instrucciones a los funcionarios menores. Nada de ayuda, no
hay presupuesto, era su argumento.
Por otro lado, estos empleados menores veían
las cosas desde su propia perspectiva: había claras posibilidades
de adquisiciones interesantes y se dieron maña para no respetar
cabalmente las órdenes de retrasarlas "a como diera
lugar". Así, mediante concursos, de esos amañados
que se organizan siempre en el Gobierno (amañados por los
proveedores y por los funcionarios) los equipos se fueron comprando
y los negocios para los funcionarios de adquisiciones fueron cuajando.
Solamente el agente aduanal nombrado por la Dirección de
Adquisiciones se equivocó en 60 millones de pesos (de los
de entonces) a su favor, cantidad que obviamente no se le otorgó.
Y como este caso todo el proceso.
Las irregularidades administrativas se originan
cuando la razón de ser de las estaciones regionales no obedece
a un plan preconcebido de comunicación, sino a la necesidad
de comprar lo que sea de equipo y después ver para que sirve.
Yo me pregunto ¿por qué la Contraloría o su
equivalente estatal nunca ha revisado la cantidad de equipo de radio
y de televisión que se ha adquirido en todo el país
y que nunca se ha instalado? ¿Quién decidió
qué comprar y a quién? ¿Quién operó
la compra y a qué precio? ¿Quién fue finalmente
el proveedor? ¿Hubo comisión?
El veneno interno
El arranque de ambas estaciones fue de risa.
Bueno, de risa ahora, pero de locura entonces. Había que
iniciar operaciones en fechas predeterminadas: junio de 82 para
radio y septiembre de 83 para la televisión ("al Presidente
no se le pueden cambiar fechas ni programas de gira", nos decían
para apurarnos; sin embargo nos cambiaron la fecha de inauguración
tres veces). Se iniciaron transmisiones con un 40 por ciento del
equipo rentado y, obviamente, sin los trámites en orden.
Todo lo que llegó después de
la inauguración de la estación de radio y del canal
de televisión tuvo que instalarse en el transcurso de casi
un año y sin suspender transmisiones. Un auténtico
trabajo de romanos, sólo posible gracias al esfuerzo y mística
de nuestros técnicos.
Radio y Televisión Mexiquense empezó
a hacer ruido, a decir cosas, a comunicarse con los mexiquenses
y a ofrecerles un medio de expresión. Esto no gustaba a quienes
creían que estos medios estaban únicamente "al
servicio del señor Gobernador". Las críticas
dentro del Gobierno no se hicieron esperar. Nos tacharon de rojillos,
de anarquistas, de poco profesionales y, sobre todo, de antigobiernistas.
Del Mazo se reía porque fue él
quien alentó nuestra forma de hacer las cosas. Su creencia
era que medios de esta naturaleza iban a romper eventualmente los
espacios de comunicación tradicionales y terminarían
por imponerse. A la gente le urgía oir y ver hechos, conocer
opiniones variadas, no ilusiones ni demagogias baratas. Esto lo
afirmó ante más de 50 empleados de Radio y Televisión
Mexiquense y diez funcionarios de primer nivel en la Reunión
de Evaluación de estos medios, en marzo de 1985. Los hechos
que presenciamos en la última campaña presidencial
así lo evidenciaron.
El enemigo se gestaba en aquellas dependencias
que sentían que Del Mazo le daba demasiada importancia a
la Dirección General de Radio y Televisión Mexiquense.
Nunca entendieron por qué. Estos funcionarios nada aportaban,
sólo criticaban que no se contratara a sus hijos o a sus
sobrinas que "querían aprender algo de radio o salir
en la tele", que ya habían repetido la película
de anoche, etcétera.
Cuando los pequeños funcionarios estatales
empezaron a ver la fuerza que la radio y la televisión tenían
(no ante sus ojos sino ante los del Gobernador) empezaron a promoverse
para tener su propio programa, llegando entonces a quejarse de que
no salían suficientemente en pantalla o que no se les llamaba
para programas de radio.
Para hacerle frente a esto, el equipo humano
de Radio y Televisión se cerró como un solo hombre
y empezó a defender el proyecto como suyo, que era realmente
el de los mexiquenses. Para entonces no era ya el proyecto original
del gobierno ni mucho menos el del partido en el poder; la gente
lo empezaba a adoptar cómo propio.
Una programación mexiquense
Las encuestas que inicialmente se realizaron
entre la población son únicas en su género
porque se tom¢ en cuenta a la población rural (que para
los encuestadores tradicionales no es interesante al no representar
desde el punto de vista de la economía de mercado un consumo
atractivo). Estas encuestas mostraron que los habitantes del Valle
de Toluca, del Valle Cuautitlán-Texcoco, de Tejupilco y del
Valle de Atlacomulco querían sólo uno por ciento de
información política. Señalaban que estaban
hartos de demagogia. Su interés se orientaba claramente hacia
programas participativos, de concurso, de divulgación de
sus valores regionales y películas. Hacia allá enfocamos
la programación, con un 55 por ciento de producción
propia y un 45 por ciento de programación externa, la cual
es mas barata, pero no cumple con el elemento de participación
que tanto interesaba al proyecto.
Poco a poco la gente empezó a participar,
a creer y a identificarse con sus medios masivos regionales. Nuestros
conductores empezaron a generar confianza entre la población:
les empezaron a creer cuando comprobaron que trataban de ser imparciales,
que no olían a oficialismo, que eran gente como ellos. La
radio y la televisión se iniciaron con elementos importados
del centro del país; ahora se encuentran trabajando en otros
medios personas que se capacitaron en el Estado de México.
Nuestros programas fueron de varios tipos,
todos elaborados dentro de presupuestos raquíticos, pero
suficientes. En general gastábamos diez veces menos que Imevisión
y a nosotros sí nos veían los mexiquenses. Algunos
programas ustaron mucho y se dieron en intercambio a otros medios
regionales.
Los noticiarios
Los noticiarios fueron la columna vertebral
de la programación. En ellos le dábamos tiempo a la
gente para que criticara o simplemente para que comunicara sus puntos
de vista. Le dimos más tiempo que a los funcionarios, cosa
que estos consideraron sacrílega. Le dimos, en suma, toda
nuestra confianza a cada uno de los miembros de esa importante Dirección.
Los resultados de este proceso de comunicación no se hicieron
esperar. Unos y otros trataban de hacer su labor con entusiasmo
y con profesionalismo. Hoy por hoy, nuestro principal noticiario,
tuvo durante más de un año uno de los más altos
ratings en la entidad. Entonces cambió¢ el gobierno
estatal. Quedó al frente de la entidad Alfredo Baranda, ex-funcionario
del Banco de México y yerno del director de Estudios Jurídicos
de la Presidencia de la República, Lic. José Saénz
Arroyo, quien fue jefe de De la Madrid y su actual vecino en Cuautla.
Los nuevos funcionarios se espantaron. No era conveniente que en
los medios estatales se evaluara o se cuestionara la obra del nuevo
gobierno, como se hacía antes, ni mucho menos se comentara
sobre las personalidades de los miembros de esa administración.
Sin embargo, una vez iniciado el camino del diálogo con la
población, ¿cómo iba a evitar Radio y Televisión
Mexiquense que los ciudadanos no supieran de las arbitrariedades
que cometían en público algunos servidores públicos?
La subsecretaría de Gobierno hizo historia
con los habitantes de Chimalhuacán y de Ocoyoacac. Asimismo
¿cómo no se iba a comentar el intervencionismo de
funcionarios en los sindicatos de empleados del gobierno y de maestros,
así como en otras centrales obreras?
La radio y la televisión estatales
no podían callar, y no lo hicieron. No callaron nunca. Por
lo menos mientras el equipo que yo coordinaba operó ambos
medios. Demostraron ampliamente que los noticiarios son un medio
fundamental de enlace con la población y que su manejo equivocado,
falso y manipulado ser siempre rechazado, como le sucedió
a Zabludowsky.
El clímax de la apertura de Radio y
Televisión Mexiquense fue cuando se nos ocurrió la
osadía de informar a la población de los avances del
proceso electoral para elegir Gobernador. No sólo establecimos
un grupo de reporteros y camarógrafos paralelo a la operación
normal para seguir a Beteta (así lo exigió la futura
administración, costara lo que costara); decidimos entrevistar
en vivo a todos los candidatos y darles un tiempo suficiente en
el noticiario Hoy por hoy para que expresaran sus puntos de vista.
Todos fueron entrevistados en los estudios
del noticiario, menos Beteta. Seguramente influido por lo que había
vivido durante toda su vida de funcionario federal desde el centro
de la capital de la República, Televisa e Imevisión
era lo único que conocía. ¿Para qué
molestarse en ir hasta los medios regionales? Total, la elección
ya estaba previamente decidida.
Cuando se realizó en vivo la entrevista
con el candidato panista al gobierno del Estado, un auténtico
representante del neopanismo, el ambiente no fue fácil. Empezó
el candidato panista por agredir al sistema y a las figuras públicas
de los gobiernos de la revolución. Atacó desde la
deshonestidad de Hank (nada nuevo) hasta lo sucedido ese mismo día
en Chimalhuacán (gente golpeada y agredida con perros policía).
Para el candidato panista, Javier Paz Zarza, el gobernador en funciones
no era Baranda sino el antiguo asistente de Del Mazo y sobrino de
De la Madrid (Gerardo Ruiz Esparza), por lo que sus acciones fascistas
contra quienes defendían sus derechos sobre el agua en Chimalhuacán
eran doblemente reprobables. Aunque en algunos puntos tenía
razón y respetuosamente se le escuchó, se le refutaron
muchos otros, todo dentro de un clima de altura cívica.
No asumieron esta posición los revolucionarios
en el poder; quienes se escandalizaron al oír y ver en los
medios estatales lo que también habría de salir al
aire en los medios nacionales, y que no podrían controlar.
La amenaza no se hizo esperar. A través de otros funcionarios
Baranda plante¢ sus puntos de vista sobre la libertad de expresión:
o se iba el director de Noticias por entrevistar al panista y dejarlo
decir lo que dijo, o me iba yo. Después de cuatro semanas
de presiones, desde luego que no aceptó. Y como muestra de
auténtica solidaridad, renunciaron conmigo 17 funcionarios
de primer nivel y al poco tiempo otras 35 personas de gran valor
para Radio y Televisión Mexiquense.
No deja de ser irónico que el último
documento oficial que recibí, elaborado con una gran urgencia
el mismo día de mi renuncia, fue la autorización de
la Secretaría de Gobierno para que se le diera tiempo en
televisión a los partidos políticos como para taparle
el ojo al macho. Ya para qué. Radio y Televisión Mexiquense
se los había dado mucho tiempo antes.
El futuro
Baranda se equivocó. Esto es claro.
Debemos recordar que era funcionario bancario, no un político.
La autocensura es un síntoma inequívoco de enanismo
político que se paga tarde o temprano. El tiempo nos está
dando la razón. La sociedad mexiquense rechazó claramente
el sistema en el poder y votó abrumadoramente por el cambio.
Por un cambio que en cierta medida empezaba ya a gestarse en Radio
y Televisión Mexiquense. En qué medida contribuyó
con su apertura a crear conciencia cívica nunca lo sabremos,
pero sí tenemos la convicción de que las acciones
de todo el equipo iban en la dirección correcta. Ahí
quedan.
Adicionalmente a todos los obstáculos que hay que vencer,
no hay duda de que los principales riesgos que corren los medios
estatales son pues de naturaleza política. Sus ciclos sexenales
o inclusive menores son veneno para la continuidad de este tipo
de labores, y el público lo resiente. Por ejemplo, Beteta
ha descuidado la radio y la televisión bajo su responsabilidad
porque huelen a Del Mazo. Muchos millones pertenecientes a los mexiquenses
están ahí, prácticamente enterrados en mediocridad
y oficialismo del más bajo nivel. Mientras tanto el radioescucha
y el televidente buscan otras opciones.
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